Correr se había convertido en la razón para no fumar,
en la razón para beber sólo vino y cerveza y únicamente muy a menudo,
en la razón para llevar una dieta equilibrada,
en la razón para pasar más tiempo con mi padre,
en la razón para llevar un orden en mi vida,
en la razón para cortarme las uñas de los pies,
en la razón para no llegar tarde a casa y dormir a pierna suelta,
en la razón para quererme, cuidarme y superarme y...
Sin duda correr era una terapia en este mundo de locos,
era mantener la cabeza en su sitio, y despejada la mente.
Si acaso me permitía, a tramos, el lujo de ir pensando en tí.
Correr era vivir, era ganar, era libertad, era adrenalina,
era aire acariciando mi pelo y sol bronceando mi cara
y nieve y frio y barro salpicando bajo los pies
y lluvia en la piel, agotamiento y sed en la boca,
como no, también calambres, sufrimiento y nauseas,
pero también bienestar, alegrías, recreo, diversión y goce...
Llevo un mes y medio que no me calzo las zapatillas,
a causa de un dolor en la rodilla que no me deja casi correr diez metros.
Y no se porqué dejo que pasen los días y las semanas
y yo sigo aquí sin pisar la consulta del médico.
Creo que tengo miedo a que me retire, sí, sinceramente tengo miedo.
Pienso en que nunca más podré correr,
ni subir a la montaña de excursión con los amigos,
ni conquistar el Everest...
Además mi aspecto empeora a marchas forzadas,
cometo excesos, me enveneno con ginebra,
duermo poco y todo en general va regular.
Desnudo, frente al espejo antes de la ducha diaria,
veo paso a paso como mi barriga crece, mi culo engorda,
miro mis uñas de los pies con indiferencia,
creo que las dejaré que sigan creciendo una semana más,
de cualquier modo y aunque parezca mentira, no me sienta tan mal.
Hay muchas cosas que echo de menos,
correr es una de ellas, y a pesar de todas estas razones,
nunca será la más importante, ni mucho menos, ni mucho menos, ni mucho menos.
Y las echo tanto en falta que me patean el estomago y me enrabian,
ahora ya no puedo correr para calmarme y olvidarlo
y me taladran y me martillean la cabeza a punto de explotar.
Me enervan y me hierven la sangre a fuego vivo,
enloqueciendo, pataleando, quemando, exterminado,
esquilmando, enrabietado, rompiendo la baraja...
Paro un momento, me relajo, pienso en tí,
¿dónde estás? Pienso en tí, no te veo,
me enojo, pienso en tí otra vez y otra y otra vez,
no te encuentro...
A veces dudo que estés ahí, pero no, no tendria sentido.
a la fuerza tienes que estar, no se entiede de otra forma.
no se entiende...
Para apenas conocerte creo que te sueño demasido,
y a cada segundo te echo de menos.
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