sábado, 14 de marzo de 2009

ÍTACA

Ya no vale la pena,
no es tanto por desgana
sino porque es malsano,
y mas me vale
que me cuide muy mucho
de padecer inútiles dolencias
mas aún si son cardiacas.

Tú, ora te ivas,
ora volvias.
Yo, ora te esperaba,
ora te esperaba
y viceversa
es lo mismo,
y entre tanto,
no se concebia
sistole ni diastole
durante tus ausencias.

Pero maldita sea,
masoca de mí,
que a pesar de decirte
adios con la cabeza,
sigo diciendome
aquí me quedo
con las entrañas.
Por eso esta despedida
no puede ser definitva.
No dudes que volveré,
pero hoy abandono
este velero solitario
que vino a encayar
junto a tí,
ya sea debido
al vendaval que hacia ti me llevaba
o quizá fascinado
por tus ilusorios
cantos de sirena.
Como timonel
asumo mi parte de culpa
y mis fracasos,
pero no los comprendo.
Sea como fuere,
soy eterno viajero
en busca de mi Ítaca,
y aunque no lo pueda
afirmar convencido,
tu las tienes todas
para llamarte Ogigia.

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